domingo, 31 de mayo de 2009

Ríbit


Juan Gedovius
LIBRO ÁLBUM

Primera edición: 2005
Ediciones SM
Colección Giraluna










Primera impresión
Ríbit fue de los primeros libros para niños que leí, fue de mis reencuentros con los libros ilustrados, reformulados, nuevos, diferentes de cuando yo era chica. Estaba como becaria trabajando en SM y el bibliotecario, que iba todos los días a la librería que tiene la editorial, me compraba los libros con un descuento de 50%. Me gasté en esa época casi todo mi sueldo en libros para niños y, entre los que más me impresionaron, estaba y sigue estando Ríbit.

Tanto fue así que una navidad se lo regalé a mi hermanito Patricio, que entonces tenía unos 2 años. Él aún no leía y me pareció ideal este libro sin letras. Lo pasé una vez con él, narrándoselo tal como yo lo veía. Me pidió que se lo contara otra vez, y después lo leyó solo hasta ofrecer leérselo a su mamá. Recuerdo que me daba ternura que, como Patricio todavía no podía pronunciar bien la r, al referirse al libro decía: “Es Dríbit, una dranita droja”. No sé si Gedovius habrá pensado en este juego fonético, que lo convierte al final en una especie de libro oral.

El predominio del blanco dota de limpieza las ilustraciones y enfatiza la presencia del protagonista y resto de actores con los que éste se va encontrando. Los colores marcan la identidad de cada personaje y, gracias a las imágenes y su posición sobre ese fondo blanco, la historia se teje y el ritmo de cada página cobra sonoridad. Gedovius trabaja con tintas y es de una pulcritud notable; sus personajes, sobre todo los animales (a mi gusto) tienen una estilización bien lograda y resultan muy simpáticos.

Reseña
Una ranita roja con una paleta (también roja) pegada a la pata se topa con una señora dorada. Comienza así, a partir de ese primer encuentro, un juego de trueques, personajes y colores que llevará Ríbit a lo que más desea... la noche, que le lean un cuento o que hayas leído una historia sin palabras aparentes.

Opinión
Un libro como Ríbit refuerza la idea de que el acto de lectura no depende únicamente de la palabra escrita, y dota al libro de un poder encerrado en sus páginas que un niño de 2 años puede comprender y hasta fomentar la lectura en los demás. De esta manera, una historia bien contada genera una conexión con uno a cualquier edad.

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